Hablabas de soledad
Y te quedaste callada.
Tu labio dolor azul
Y todo el mar esperando
Unas huellas de ventana abierta.
Toda una isla envuelta en papel albal
Dentro de tu bolsillo
Destiñendo azul vaquero mojado.
Cecilia, decir adiós
No siempre te deja ceniza en la boca.
El oído sólo sangra
Cuando el corazón se da cuenta de la mentira.
Para entonces
Ya habías fumado suficientes restos
Y guardabas desilusiones debajo de las uñas.
Te pesaban los besos
Y mejor no hablar
De las gomas que te hicieron gritar
Para luego llevarse tu sonrisa.
Cecilia, decir adiós
No siempre te deja domingos en la almohada.
La mirada sólo tiembla
Cuando las manos dejan de correspondernos.
Tenías la ilusión en efervescencia
y los recuerdos taladrándote la médula.
Habías bebido varios bocas
Y aún te aguantaba la sed.
Todas las aceras de esta ciudad
Gritando tu nombre y tú,
Pálida
Olvidando el verde-rojo de los cruces
Sin dejar de sentir
El dolor incendiario
De tanto
Tanto
Tanto
tanto
Silencio.
Sobrecogedor!!!
ResponderEliminar¿Consejo?¿Visión desde fuera? La verdad que da igual.
Cenizas
en la boca de nadie
y de todos,
ceniza
el recuerdo del ayer
sin nosotros,
ceniza, silencio,
ceniza, silencio,
silencio, ceniza,
silencio, ceniza,
silencio mi vida,
ceniza mi vida.
Y, al final,
todo es nada
y nada es todo,
y nada.
Tira de la manta,
no seas tonto,
déjate envolver
en el tiempo y el viento,
déjate caer
en ciento volando,
déjate ser tú,
deja para luego
el ataúd.
No mueras de silencio
ni dolor,
no mueras de mentira
ni de amor,
no mueras
y punto.
Cállate.
Déjame ser tu voz
y tu canto.
Poesía