sábado, 4 de diciembre de 2010

TODO MUY BIUTIFUL


Con la tranquilidad que uno anda cuando compra su entrada de cine con tiempo un viernes... así estábamos... uno pasa a la antesala, coge la revista típica del cine, se sienta en los sofás huevito a leerla un rato, va al baño, si se compra algo de comer, pues a la tienda... y luego ya, uno entra en la sala de cine, con tiempo paraa sentarse, hablar y dispuesto a ver todos los trailers... porque en el fondo, reconozco que me encanta. Y te sientas en la butaca con la intriga de no saber qué va a ser de tí. Sabes como entras, pero no como sales...


Es evidente que cuando escoges la película, sí puedes intuir el cómo vas a salir. Si te decantas por una película chorra de risas, sabes que saldrás como si tal cosa, o si eliges una de efectos especiales por encima de todo, quizá salgas alucinado o hasta mareado... pero si tu elección es un drama, una tragedia en toda regla... sabes... muy probablemente cómo terminarás.

Y ya contábamos con eso ayer, cuando nos metimos a ver Biutiful.


Pero con lo que no contamos es con el extra de realidad que nos tocó vivir en la sala.

La película de 2 horas y media de duración tuvo un pequeño parón allá por el minuto 120; cuando de pronto una mujer de la fila 9-10 aproximadamente, se levantó como un resorte, y con ella otros tantos más de alrededor, el murmullo comenzó, se levantaba otra parte de la sala, hasta que oímos un grito de "ayuda por favor" seguido del total levantamiento de la sala y de otros gritos como " un médico, por favor".


Efectivamente, un señor de la sala se desmayó, se quedó inconsciente y parecía ser que no reaccionaba. Se le sacó al pasillo, mientras unos llamaban al Samur y otros daban golpes a la cabina del proyeccionista para avisar de lo sucedido. Por suerte, la prudencia y el respeto en la sala fue mayor que el morbo, y no se formó una marabunta alrededor de dicho señor, nada más que sus acompañantes y personas con titulación médica y personal responsable de la sala.


Salimos de la sala, para que el Samur pudiera antender tranquilamente al afectado y esperamos en la antesala con cierta preocupación y alguna cara de incredulidad. Tanta agonía personal en la película, nos había dejado un poco tocados y ya cuando pasó esto...


Por suerte, o por eficacia del Samur (quién puede definirlo) el hombre se recuperó, y volvimos a entrar en la sala para terminar de ver la película. Aún con el sustito en el cuerpo. Si lo supiera Javier Bardem...


Quien sí se enteró fue Carlos Marín, que sí que estaba allí.


Todo ésto dió de sí una noche de cine.


Hago balance positivo,porque la película tenía cosas muy buenas, porque con la situación inesperada una luego piensa y en el fondo supongo que se alegra de que no pasara nada, y de que las personas sean capaces de ayudarse entre sí, bien con espacio, bien con un móvil, bien con lo que el instinto que se lleva dentro te dice...

Y porque si al salir del cine tenemos que raspar el coche porque se ha helado, quiere decir que, tenemos manos, que pensamos, que tenemos coche, que seguimos vivos... tantas cosas!!

y al final... todo será una bendición!